Por Juan Tomás Valenzuela
Juan Carlos Torres Robioú
y Camilo Santos Viola,
tenían una bataola
con ese ungido pechú.
Era evidente que el ñú,
oriundo de Arroyo Cano,
mandaba a meter la mano,
no sólo a los generales,
sino a todos los chacales
de ese nido de gusanos.
Con la misma estratagema
que se montó en el Cestur,
compraban rulo y cambúr
y ampliaban su ecosistema.
El ungido caco e’…
les dió Cestur y Conani,
pá que hicieran como Hernani
cuando Hipólito Mejía,
que atiborró su alcancía
vendiendo queso y salami.
Desde abril del dos mil veinte,
a agosto del mismo año,
se tenía un manejo extraño,
pero muy inteligente,
de los fondos existentes
en las dos instituciones,
en las que estos bugarrones
tenían control absoluto,
de la alcancía, del macuto
y de las erogaciones.
Ya van cuatro generales
de cinco que había en salmuera,
de toda esa estercolera
de pencos y marsupiales.
El ñú le abrió los canales
para que operen en dolo,
y el grupo de comesolos
que está envuelto en este lío,
por sucios y por gandío
van pa’l reino de Mausolo.
Juan de los Palotes
22 noviembre 2021